“Si no son los peldaños es el ala
que te despierta y que te grita: ¡sube!… ¡sube sin timidez,
no te abandones; si te asusta volar, hay escalones!”
Pedro B. Palacios, Almafuerte

sábado, 19 de junio de 2010

Día de la Bandera


Dos pedazos de cielo aprisionaron
a una cinta de plata sin mansilla
y, en medio, el sol lució su maravilla
y así, sol, plata y cielo la formaron

(Adrián Cañas y Delgado.)

Un 20 de junio de 1820 moría en Buenos Aires Manuel Belgrano. Los historiadores dicen que sus últimas palabras fueron: "yo espero que los buenos ciudadanos de esta tierra trabajarán para remediar sus desgracias". Con solo cincuenta años, en la pobreza, rodeado de pocos amigos, deja un deseo y una esperanza: la de la patria que se estaba construyendo.

Manuel Belgrano pensaba y escribía apasionadamente. Le preocupaba la educación de su pueblo, el progreso del país, la construcción de un futuro de bienestar para todos los hombres de América. Dicen que dormía poco y caminaba muy ligero, como aprovechando al máximo cada minuto de su vida. El ser un excelente estudiante le había dado la posibilidad de leer y discutir autores de diverso origen. No había tema que no le interesara, y siempre estaba atento a los cambios, buscando soluciones, proyectando progresos e imaginando prosperidad para estas tierras, que se abrían paso en la historia.

Más allá de los datos biográficos a los que podemos acceder fácilmente, es interesante acercarnos a la opinión que de este hombre tenían sus contemporáneos.

En 1816, poco antes del Congreso de la Independencia, San Martín escribió en una carta enviada a Tomás Godoy Cruz: “es el más metódico de los que conozco en nuestra América lleno de integridad, y talento natural: no tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a milicia pero créame usted que es lo mejor que tenemos en la América del Sur”. Y unos años después de la muerte de Belgrano, Bartolomé Mitre escribe: “Belgrano tenía la paciencia del organizador, que prepara los elementos del triunfo; la intrepidez en el ataque; la firmeza en el combate y la constancia en la derrota”.(1)

Defensor incansable de la educación, propuso la creación de escuelas de todo tipo, para la formación teórica y para la preparación práctica de artesanos, agricultores y comerciantes, varones y mujeres, blancos y mulatos. La modernidad ya instalada en Europa y los ideales de la Revolución Francesa lo inspiraban en estos propósitos.

Se dice que en 1812, cuando el gobierno lo envía a reorganizar el Ejército del Norte, Belgrano pide permiso para que los soldados usaran una divisa que los diferenciara de los españoles. Y así, por primera vez, a orillas del Paraná, los soldados forman frente a un pabellón celeste y blanco. La bandera nacional fue izada por primera vez en la ciudad de Rosario el 27 de febrero; dicen también que fue doña María Catalina Echevarría de Vidal quien la habría confeccionado. Belgrano comunicó a sus superiores que "...siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional". Y pocos días después de declarada la Independencia, el mismo Congreso de Tucumán comunica su oficialización por decreto.

En este Bicentenario de la Patria, en el mes del Mundial de Fútbol, donde en cada casa, en cada auto, en cada balcón, vemos flamear una bandera argentina... Ojalá que sepamos ver que los símbolos deben cargarse del sentimiento de unión por un proyecto de país para todos... ¡Feliz Día de la Bandera!


[1] Fuente: http://www.elhistoriador.com.ar/: En: Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la independencia argentina. Buenos Aires, Eudeba, 1964.

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